Por: Estefanía León Soria*.
Se conoce que el Perú es uno de los países más vulnerables frente al Cambio Climático, el cual impacta en diversos ámbitos de la economía y de la sociedad, incluyendo la salud de las personas, las afectaciones en la agricultura y ganadería, la pérdida de biodiversidad y el acceso al agua. Actualmente uno de los problemas más graves que está generando el Cambio Climático en el país es menor disponibilidad de agua, lo cual agudiza los conflictos sociales relacionados a esta. Algunos de los eventos que conllevan que el país entre en mayores crisis hídricas son los desastres, como los vistos a principios del año 2017, cuando el Fenómeno el Niño causó emergencias por inundaciones y huaycos en casi 14 regiones, afectando más del 70% de los distritos en la Región Lima, según lo informado por diversos medios de comunicación.
Para entender un poco más qué es un desastre, el Panel Gubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático - IPCC en su publicación “Gestión de los riesgos de fenómenos meteorológicos extremos y desastres para mejorar la adaptación al Cambio Climático”, nos muestra de qué modo llegamos a una situación de desastre: el clima (ver cuadro cuadro presentado arriba): tanto la variabilidad natural como el cambio climático antropogénico (es decir, el causado por el hombre) suman a los fenómenos meteorológicos y climáticos -como las lluvias-, combinado con la exposición al fenómeno. Por ejemplo, vivir en una zona por la cual sabemos sucederá la lluvia extrema ( alta vulnerabilidad), el no tener resguardo apropiado, el que las viviendas sean precarias, entre otras cosas que conlleva al desastre, si es que no se han tenido las medidas adecuadas de gestión de riesgo y adaptación al cambio climático.
Por mucho tiempo se consideraba la gestión de riesgo como algo que todavía no podía ser relacionado en su totalidad con el Cambio Climático; sin embargo, desde el Marco de Acción del Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres, se empezó a hablar de la gestión del riesgo de desastres como una medida de adaptación al Cambio Climático, esto presentó un hito importante, ya que el Cambio Climático no puede ser visto de manera aislada, sino que implica un gran transversalidad.
De acuerdo al IPCC, hay evidencia de que el Cambio Climático, ha alterado la variabilidad climática, debido a lo cual se presentan eventos climáticos atípicos. Es así que el Cambio Climático puede ampliar las condiciones de los eventos climáticos extremos y puede también generar nuevos contextos de riesgo y efectos adversos, es decir, generar un mayor nivel de vulnerabilidad.
Cuando ocurrió el Fenómeno el Niño, en el 2017 - uno de los mayores desastres ocurridos en los últimos tiempos en el Perú- el país se vio sumido en una gran crisis, no sólo por los grandes daños que causaban las inundaciones y huaycos, sino también por la emergencia hídrica que ocurrió.
Para tener un contexto, cuando hablamos del Perú y el recurso hídrico, de acuerdo a OXFAM, se considera que alrededor de 7 a 8 millones de peruanos no tiene acceso a agua potable. En el caso de Lima, casi 1,5 millones de personas no cuentan con acceso a agua potable ni alcantarillado, reflejando la gran inequidad que existe en el país, ya que suelen ser las zonas peri-urbanas, como asentamientos humanos, los que no tiene acceso a estos servicios.
Es así, que durante el Fenómeno El Niño, de acuerdo al INDECI, fueron 14 regiones las que estuvieron declaradas en estado de emergencia, lo que significó alrededor de 293.071 personas damnificadas y 1.372.360 afectadas. Ésto significó la destrucción de vías, puentes, áreas de cultivo agrícolas, centros de salud, viviendas, centros educativos y un corte masivo del suministro de agua potable. Esta situación afectó por varios días a Lima, e incluso más al Norte del país, con las inundaciones y la pérdida de agua potable y colapso del alcantarillado, se podían ver calles inundadas con desechos humanos tóxicos, lo cual generaba un peligro inminente para la salud.
Este desastre trajo consigo grandes emergencias debido al suministro del agua, se formaron focos infecciosos del agua empozada, los cuales trajeron consigo una mayor reproducción de los mosquitos que contagian el dengue, zika y la chikungunya. Incrementando los casos de contagio entre personas de diversas edades, las cuales, junto con la crisis que sufrían los centros de salud, incrementaban la necesidad de una atención inmediata, que no se podía dar en el contexto de la emergencia.
Esta situación logró mostrar la poca preparación del estado para atender desastres, así como el presupuesto que no había sido invertido para la prevención y la gestión del riesgo. La cantidad de pérdidas que se tuvieron, y las consecuencias que se tiene aún hoy, además de la situación constante de inequidad al acceso al agua, sólo muestran una breve radiografía de los escenarios que se podrían seguir dando en un futuro si no se toma en consideración la necesidad de prevención y adaptación ante un clima cambiante.
Si bien el Cambio Climático no origina directamente estos fenómenos sí hay evidencia de que contribuye al incremento de su frecuencia e intensidad, lo cual de acuerdo al Plan Nacional de Gestión de Riesgos de Desastres – PLANAGERD – “podría aumentar y ampliar los fenómenos ya existentes y hasta sumar nuevos”.
Si el Estado sabía que esto iba a suceder y -aparentemente- estaba preparándose para enfrentar esta situación, entonces: ¿qué es lo que sucedió?¿por qué las respuestas no fueron las más eficaces? Si bien el Ejecutivo actuó de manera rápida, quedó en evidencia la poca maniobra que tienen los gobiernos municipales y regionales para atender situaciones de riesgo. Aún no estamos tomando en serio el cambio climático y sus efectos, y es hora de hacerlo. No sólo es una necesidad hoy, sino resulta una obligación para todos los niveles del Estado, el sector privado y la sociedad civil, que deben actuar juntos. Existen alternativas y opciones a la mano.
*Estefanía León es bachiller en Comunicación para el Desarrollo, ha sido subdirectora y coordinadora de formación del Equipo Munay en la PUCP y hoy forma parte del cuerpo de Alumnis, con vasta experiencia en comunicación en temas de cambio climático. Ha participado como corresponsal en la COP20 en Lima, y en la COP21 en París.