Una integrante de Munay se aventuró a ir desde Loreto en Perú hasta Recife, en el Nordeste de Brasil, a través del río Amazonas. Ella atravesó las principales ciudades de la Amazonía (Iquitos, en Perú; Leticia, en Colombia, Tabatingas, Manaus y Belém do Pará en Brasil), en barcos. Luego de 20 días de viaje y algunos inolvidables incidentes, ella llegó a su destino: una comunidad en Recife, donde realiza labores de gestión ambiental y de enseñanza de español a niños.

Mi nombre es Auria Paz Aguilar, soy amante de las letras, aficionada a la música y egresada de la carrera de ingeniería industrial; miembro de MUNAY desde fines del 2013, emprendí esta aventura porque desde niña tenía el sueño de viajar por el famoso río que tanto estudiamos en los libros de texto pero que es tan desconocido en la realidad. Tengo cierta experiencia en viajes con bajo presupuesto: he ido a Chile mochileando, también a Bolivia y por supuesto, a varios lugares hermosos en Perú.

Antes de partir busqué información por Internet para hacerme una idea de qué esperar, pero nada se compara a la experiencia misma de estar en el río, pasar días en convivencia con otros viajeros y tener mucho tiempo para vivir y conversar sobre la vida.

Los botes que unen ciudades amazónicas suelen tener tres pisos: el primer piso está ocupado por mercadería que es dejada en pueblos intermedios, el segundo de pasajeros y en el tercero suele estar un área común, que funge de kiosko-bar. Las personas tienen la opción de viajar en cuartos de camarotes (hay un promedio de diez por barco) o en el área común donde se cuelgan las hamacas, separadas unas de otras por cincuenta centímetros o menos, donde entre setenta y cien personas comparten el área. Yo viajé en hamaca pues así tenía la mejor vista y además ahorraba dinero.

En la zona del río que pertenece a Brasil hay varios navíos que transportan petróleo, y cuando pregunté si existían derrames o algo por el estilo, el capitán del barco me dijo que eso sería inadmisible en Brasil, pues tienen leyes muy estrictas y medioambientalmente son rigurosos en ello.

Las personas que utilizan los barcos para transportarse entre ciudades principales y pueblos intermedios, suelen hacerlo pues no hay otra manera, al no ser posible construir carreteras que luego la lluvia y la selva inundarían, no hay transporte terrestre. En los pequeños pueblos, la comida y todo lo que se podría encontrar en una bodega de una ciudad costera tiene un sobrecosto debido al transporte. En el barco van toda clase de personas, desde familias enteras, comerciantes hasta algunos mochileros extranjeros que se atreven a hacer la travesía, algunas veces sin saber ni español ni inglés.

Desde un punto de vista ambiental, en el camino del río se puede apreciar diversos grados de inconciencia, se tira basura al río por lo que es común ver botellas, tecnopor o uno que otro pañal flotando. El caso que más me sorprendió fue ver una refrigeradora que era arrastrada por la corriente río abajo. Por otro lado, las principales actividades económicas de la rivera son la pesca y la agricultura (yuca y plátano) las que, felizmente, tienen un bajo impacto ambiental. Una comparación, que podría ser un ejemplo a seguir, es que en la zona del río que pertenece a Brasil hay varios navíos que transportan petróleo, y cuando pregunté si existían derrames o algo por el estilo, el capitán del barco me dijo que eso sería inadmisible en Brasil, pues tienen leyes muy estrictas y medioambientalmente son rigurosos en ello. Además, a su mente no venía ningún desastre de ese tipo, por lo que notamos una gran diferencia con los desastres ambientales que con los que estamos casi acostumbrados a convivir en Perú.

A un nivel de cambio de sociedad y paradigmas, mientras viajaba percibí la alegría que tienen los brasileños en su cotidianeidad, se tratan con amabilidad y se juegan bromas continuamente; desde el punto de vista gastronómico: comí platos nuevos como fariña, postres de yuca y frijoles, muchos frijoles. Algo lindo de observar fue que había un bote escolar, que fungía de colectivo y pasaba por las casas, que prácticamente flotan sobre el río, recogiendo a los niños para llevarlos a la escuela.

Han sido muchas las experiencias a lo largo de estos días, desde una caída de una moto, hasta una gran tormenta que azotó al barco y nos hizo sentir a todos como si nos hundiríamos, mismo Titanic. Lo más valioso ha sido comprobar, con la experiencia, que existe más buena que mala onda en el mundo, como cuando una anciana pobre, de setenta años, compartió conmigo la mitad de su paquete de galletas, a pesar de no conocerme y de no tener dinero, pues le habían robado la cartera.

Los viajes te dan respuestas es por eso que recomiendo a todo el que pueda que se mueva: la vida es un viaje y nosotros, viajeros; al viajar lo que encontramos es a nosotros mismos.



Mira una de las clases de Auria en este video.